martes, 5 de mayo de 2009

Almas Tristes (Parte IV)

Para todos los que siguen la historia, no se preocupen. Todavía falta un buen de la historia... Si no entienden algo o de plano alguna parte esta confusa, por favor, comenten para mejorarla, ya está terminada solo que me da flojera teclear... ¡Gracias!
— ... Así, la "bella durmiente" despertó...
— Y Humberto la durmió... en espera del príncipe que mate a la bruja...
— ¡Ya, no seas payaso!, bueno, déjame levantarme porque debo irme...
— Pero si tú entras a las 10, y son las 8...
— Y que propones...
Ambos corrieron a la ducha en una guerra de ropa. Las escasas horas de sueño les llenaron tanto de energía que la media hora duró el triple... Y de la ducha a otros lados...
Al caer de las nubes, solo se vistió, salió corriendo llevando en su mente todos los detalles de sus experiencias recién adquiridas. Llegó a las 10 mas quince.
— Perdón, llegue tarde por culpa del tráfico — en ese momento, la calle del hospital estaba totalmente despejada. En eso, entra Humberto con un par de maletas...
— ¡Qué feo tráfico! Un carro mustang choco contra un poste de la luz, y le cayó al carro de Ricardo, el de pediatría, lo malo es que el tipo esta sano, y Ricardo atendiendo un paciente...
— ¡Qué sádico! — contestó la recepcionista, con gesto aterrado — ¡cómo dices que lastima!.. Por el contrario.
— No, es que todos tienen trabajo, hasta la aseguradora de Ricardo, pero como ninguno salió herido nadie nos pagará a los médicos más cercanos al accidente...
— Lástima — Coreo Sofía. La cara de asco se asomó detrás de la ventanilla de recepción —. ¿Ya despertó la Bella Durmiente?
— No, pero necesitamos que la despierten para que hable con los psicólogos que vendrán en dos horas. ¿podrían?
— Claro que no...
— ¿Qué acaso la bruja despierta a su presa? ¡No!, la mantiene dormida...
— ¡Gracias Sofía!, para eso son los amigos... — En eso todos se fueron a sus respectivos puestos de trabajos.
Estaba por terminar de cambiar las bolsas de suero, cuando su estomago comenzó a reclamar. Se apuró para correr a la cafetería para comprar unos bocadillos y un emparedado de crema. Y de regreso a su escritorio, recordó el porqué no habia desayunado... sentía de nuevo las gotas de agua calientes rosando por su piel... sus manos... su cuerpo desnudo uniendose a ella... sus labios recorriendola lentamente...
— Dígame enfermera, en qué puedo ayudarla...
— Perdón, puerta equivocada.
Decidió regresar al trabajo y enfocarse a él.
Al entrar, a punto de morder su emparedado, muy al fondo miró la silueta de la bella durmiente que comenzaba a levantarse...

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