martes, 18 de agosto de 2009

Soledad

Caía la tarde como gotas de lluvia, llenando calles con torrentes acuosos y cerrando el tránsito vehicular. Los acobijados de dios, friolentos, buscaban refugio entre los arboles lluviosos.

Era una de esas tardes donde el sentido común, el menos común de los sentidos, se paraban en las plazas solitarias preguntando por cosas como la ética, la profundidad filosófica en la vida de los pájaros, o que si la pena de muerte era realmente una pena…

Buscando entre mis cosas tomé el último cigarro para completar el placer de observar esta panorámica desde la ventana de este café, uno de esos donde lo mejor del local es la nieve Americana, las bebidas enlatadas y los cigarros. Un cigarro más, solo uno, el último… no es que ya no cupieran en el cenicero o de plano que haya saciado mis deseos de fumar, sino que ya era el último de todos los cigarros disponibles para mí en esta mediocridad.

Encendí el cigarro, al momento en que este pequeñejo se me acerco con cajetillas nuevas y encendedores, y terminé la tarde con el placer de sus gotas.

martes, 11 de agosto de 2009

MMM

—Buenas tardes señor Vazques, aqui esta su hija. ¡Hasta mañana, Luisa!

— Hasta mañana miss. Papi, tengo hambre, ahora me tocó jugar al lobo lobito..., y me caí dos veces, mira.

— ¿Pobrecita, te duele?

— ¡No!

— Esta tarde cenaremos en "La casa de Doña Rosita"

— Papá, pero está muy alto... ¡Yo no quiero subir esa mole! — protestó Luisa —, pero si hay mole no hay problema... ¡Me encanta ese que prepara de pavo con pipian..!

— Jamáz te entenderé. No sé por qué prefieres el mole, si todo el mundo sabe que que el menudo esa más, pero muchototote mde más rico.

— Ya papi, señor, usted sabe ir a "La casa de doña Rosita"

— ¡Al menudo!, ¡claro!, claro. Todos los martes voy.

— Ya ves licha, el menudo es lo mejor.

— Pues si usted se sube al taxi, no lo corrijo...

— Si aceptas que el mole de pipian con pavo es más rico nos subimos...— abriendo la puerta.

— Mujeres...

— ¡Desde pequeñas! — dijo el padre, mientras el taxista cerraba la puerta.

— Igualita a su madre..., ¡hasta en gustos culinarios! Súbete, Licha. Pero de regreso nos vamos caminando.

— ¡Gordototototes!, ¿y si rodamos? Yo no quiero caerme al acantilado.

— Pero ya puse la bardita, así que frenaremos antes de caernos.

— ¿Y cómo bajaré a cortar flores?

— Puse una puertita. Aquí tiene, gracias

— A usted, provecho.

— Gracias. Papi, tu casa me gusta más que la de mi mamí porque parece un castillo de princesas.

— ¿De princesas?

— Sí, es que esta bonita

— Buenas noches y bienvenidos. Aquí tienen el menu de hoy...